miércoles, 24 de agosto de 2011

La triste historia de.... Ra Sin Club

Señoras y señores, este espacio se viste de gala (y de rosa) para hablar de la historia de un (fracaso) grande: El ex Racing Club de Avellaneda, luego Blanquiceleste S.A y ahora... vaya uno a saber. Este será un breve acercamiento a una de las historias más desopilantes del fútbol argentino, por qué no mundial. Breve, sí… es que esto da para mucho más. Espero que este esfuerzo de mi parte sea del agrado del lector, asimismo va la dedicatoria para el correo correa, y para don HAS, en su busqueda incesante de generar riquezas con bajos costes...

La historia de aquel que una vez se denominara Racing Club está plagada de curiosidades. No podía ser de otra manera si hablamos de gente transgresora y creativa. Como ejemplo baste recordar que el nombre salió de una revista importada… era el nombre de la revista… bueno… por ahí no es el mejor ejemplo este de creatividad, pero esto no ha terminado, vayamos al color de la camiseta: corría 1902 y antes de fundarse el club que varios años más tarde se convertiría en una empresa, quisieron que la camiseta fuera a rayas amarillas y negras, pero ya Peñarol tenía esos colores, entonces algunos socios propusieron que el color fuera otro, el rojo. Tanto se discutió del tema que la incipiente sociedad… ¿encontró el color adecuado?, no, se disolvió. Bueno, luego de un acercamiento y en posteriores reuniones lograron dar, no sin esfuerzo, con un color distintivo: el rosado. Así, tan magníficos hombres llevaron con orgullo ese color hasta que surgió un pequeño problema: alguien les avisó que parecían muy afeminados... algo que parecieron no notar allá por 1903. Desmoralizados, volvieron a juntarse. Se quemaron las pestañas y las escasas neuronas para dar con el tono adecuado. “¿Pero cuál?” se preguntaban. Convengamos que hay muchos colores, más de los necesarios creo yo. Pero semejantes cerebros, entre los que se encontraba Arturo Artola, no se iban a dejar amilanar ante el menor inconveniente y así encontraron, luego de mucho tiempo de cavilar y discutir, los colores con los que se darían a conocer: celeste y blanco. Sí el glorioso celeste y blanco de la bandera, del país, de la escarapela, de… si, ya se lo que están pensando, pero tampoco vamos a estar una eternidad pensando un par de colores de mierda, listo el pollo, a otro tema!.

La historia grande del ex Racing Club empieza en 1903… y termina enseguida. Pero en ese breve lapso de tiempo supo ser un imbatible campeón amateur frente a primitivas versiones de clubes chicos, medianos y grandes, equipos representantes de tiendas del calzado o ramos generales y de rejuntados de chabones que pasaban por ahí. Páginas gloriosas escribió la “Academia” en esos tiempos de cuasi ignorancia futbolística. Pero esto no quedaría solo en los tiempos del deporte amateur, no señor, la ignorancia futbolística los acompaña aún hoy, dando muestras de una coherencia rayana en el disparate.

A partir de la profesionalización del fútbol, allá en los comienzos de la década del ’30, empieza el temprano declive de aquellos que una vez fueron conocidos como Racing Club. Ganando escasos torneos locales y poquísimos internacionales. De esta época, sin embargo, salieron los ídolos más rescatables de su historia. Omar Oreste Corbatta fue uno de ellos, que salió campeón con Boca, club en el que marcó dos goles en su primer partido, contrariamente a su debut en la “Academia” perdiendo por 1 a 0 contra Gimnasia de La Plata.

Los ídolos a partir de aquellos tiempos fueron menos brillantes aún:

Juan José Pizzuti: ídolo en Racing, confeso hincha de Independiente.

El “Chango” Cárdenas, un cuatro de copas muy querido por la gente racinguista, pero que si erraba aquel antológico zapallazo hoy en día no conseguiría ni que le fíen en la panadería.


Alfil Basile: ex ídolo ahora odiado por irse a Boca y gritarles los goles xeneizes en la cara.

Rubén Paz, un “10” mediocre que sobresalió porque al lado de los burros que tenía como compañeros parecía Platini.

Gustavo Costas: empezó entrando con el equipo al campo de juego cuando tenía tres años, siguió alentando hasta que comenzó a jugar en el club de sus amores, llegó a primera y es quien más veces se puso a casaca de Racing. Lo echaron sin pena ni gloria.


Adrián “Polaco” Bastía: un misterio del balompié. Nadie ha podido resaltarle algo más que ser uno de los primeros futbolistas en usar el pelo trenzado.

Reinaldo Carlos Merlo: el ídolo máximo, estatua incluída. Un ídolo que dice que River es su casa y que una vez campeón no quiso volver al ex Racing Club. Solo lo hizo por ser echado del club de Nuñez y no conseguir trabajo.



Claudio “Sifón” Úbeda, un ex Independiente que, salvo durar, estar, permanecer, no se le conoce otra virtud.

Pero no solo de directores técnicos y jugadores está escrita la página gloriosa del ex club. Los dirigentes han sabido marcar un camino:

Destéfano y Otero: dos hombres que han llevado a Racing a ponerse en lo más alto que una institución de rodillas puede estar. Son muy recordadas sus gestas fraudulentas y vaciamientos memorables.

Daniel Lalín: quien confesara ser hincha de Independiente y pese a eso llegar a la presidencia del ex club logró poner a Racing en boca de todos: por no pagar los lugares de concentración, no pagarles a los jugadores, por llevarlos a jugar y terminar pidiendo camisetas a los hinchas para poder salir al campo de juego, fue durante su reinado que Racing consiguió uno de sus últimos logros: un termotanque, gracias a un amistoso en Chile. Este aparato fue a dar adonde concentraban los juveniles , quienes (según testimonios de hinchas de Racing) comían “fideos a la parrilla”(¿¿¡¡¡??). Pero lo mejor de Lalín estaba por venir y era algo que iba más allá de juntarla con pala y cabecear redoblantes: la quiebra de Racing Club, la desaparición (tal como lo definirían más adelante autoridades responsables de las ruinas) o, mejor dicho, el reemplazo del club por una empresa. Así, se esfumaban 95 años de interminables penurias para comenzar con nuevas penurias, modernas, pero ya en carácter de emprendimientos privados.

Ahora ya es momento de hablar de otro grande del ex club: Fernando Marín: durante su gloriosa gestión llevó a Blanquiceleste S.A. a nuevos tormentos: vaciamiento, descontento, malestar, violencia y lo peor de todo: camisetas rosas otra vez.

Pero si lo de Marín fue terrible, su sucesor, Fernando De Tomaso, alcanzó alturas (o más bien, bajezas) inimaginables. Comentarios lisérgicos que hablaban de entrar a las copas internacionales con un equipo peleando el descenso, que no iba a dejar que a Racing "Le toquen el culo mientras yo sea presidente" olvidando que él no era presidente de ex-Racing y que si hablamos con metáforas sexuales, él a Racing ya lo había desflorado.

Los clásicos:

No por nada Independiente vs. Racing es el clásico más desparejo del fútbol argentino. 22 partidos de diferencia a favor del Rojo. Baste como dato ilustrativo que el programa “25” de Gonzalo Bonadeo, que rescata 25 hechos deportivos destacados, cuando se dedicó el programa a las mejores 25 victorias del Rojo sobre sus vecinos su conductor aclaró ‘En realidad son 26 victorias’. Cuando tocó el turno de Racing contra nosotros el programa se trató de “Los 25 mejores momentos de Racing contra Independiente” y constó de 23 victorias (increíblemente se tuvo que recurrir a partidos por torneos de verano y similares) y 2 empates. De local o visitante el Rojo marcó una gran diferencia. Como no hay otra en el fútbol argentino.

El estadio:

El ex club de futbol jugó hasta casi 1950 en un estadio de madera. Sí, mientras Independiente ya llevaba más de dos décadas de jugar en el primer estadio de cemento de sudamérica, el por entonces Racing Club tomaba conciencia de que no podía seguir jugando en una prefabricada. Claro que no contaba con fondos propios para hacerlo pero, ya que su presidente Carlos Paillot también era funcionario de la Municipalidad de Buenos Aires todo se hizo más sencillo. Ramón Cereijo, ministro de hacienda del gobierno de Perón, fue quien intercedió para que el general soltara los millones pertenecientes a fondos públicos que permitieran construir (sin tener que laburar ni fijarse en gastos) un estadio “propio”. De allí que el “Cilindro”, también conocido como “El municipal de Avellaneda” ó “Depósito de papas” lleve el nombre de aquel presidente, sin importar que fuera hincha de Boca. Por la guita baila el mono.

El descenso:

Para Racing el tiempo corría velozmente en 1983 (era lo único que corría en Racing) y la sensación de que algo inminente estaba por suceder se palpaba en el aire de Avellaneda. Luego de otra campaña penosa, triste, deprimente, llega al anteúltimo partido del torneo con una ínfima posibilidad de salvarse de la vergüenza. Pero esos muchachos de Racing de Avellaneda no se iban a achicar así nomás frente a su homónimo cordobés: si algo de orgullo, de dignidad quedaba en ese club (esto último al momento de publicar este artículo no pudo ser confirmado) sacarían adelante el partido, la institución pero… coherente con su historia, perdieron. Pero faltaba una fecha. Y justo esa fecha fue con nosotros, Independiente de Avellaneda. 250 bravos racinguistas casi alentaban en la tribuna visitante de la Doble Visera. Si algo de orgullo y dignidad… bah, volvieron a perder. 2 a 0. El Rojo salía campeón y su eterno archirival se iba al descenso. Pero nosotros sabíamos que no era un ‘adiós’, sino un ‘hasta luego’. Eso lo supimos cuando nos dieron la espalda para irse y vimos que todavía había traste por romper. Durante esos años Racing alquilo el plantel a un equipo de la B y volvió a Primera sin salir campeón, entre otras hazañas. Quizás la amistad nacida allí con Gimnasia de La Plata, los impotentes mayores del fútbol argentino, sea lo más rescatable de su lastimoso paso por la categoría.

Otros hechos notables:

Muchas fueron las cosas que ocurrieron con este club, pionero en eso de pasar papelones. Cabe mencionar la ocupación de terrenos de la UBA; la despedida a pleno cascotazo de su plantel durante un clásico clásico, de local; Nike haciendo un comercial donde se muestra a Sergio Agüero relatando su antológico gol a ex Racing, quienes son sus clientes; la ilusión lisérgica de que Petrobrás llevaría a Rivaldo a jugar allí; Topper admitiendo que no usaron el rosado original en la camiseta retro porque “podía ser un poco chocante” (trad: es vergonzoso); el exorcismo impresentable con el que vanamente quisieron terminar su mala racha de 95 años; el histeriqueo de la hinchada, luego de dejar que el club quebrara; la elección de Daniel Lalín como presidente, confeso hincha de Independiente (hace pocos días fue a un partido y los plateístas lo saludaban); la gran cantidad de veces que han festejado empates intrascendentes (alguno con ‘vuelta olímpica’ incluída); el logro de ser el hijo futbolístico de Boca, River e Independiente; tener un hall de la fama que, según los propios hinchas, lo más importante que tiene es un imponente puesto de hamburguesas; las votaciones que hacen los socios y que nadie toma en cuenta (echar al gerenciador, no al alquiler del estadio, etc) convertir al Municipal de Avellaneda en un depósito de papas…

“… ¿Si Dios es de Racing? No creo, si no ganan nunca!”
Horacio Della Barca. Cura que dirigió el exorcismo en el Cilindro


“Quiero decirles que Racing Club ha dejado de existir”
Liliana Ripoll, síndico a cargo de la quiebra del ex Racing Club

Que el periodismo tome nota.

Yo...? Gracias a Dios soy del Diablo y Miru tambien...